"Convertíamos nuestros mundos en lugares mejores, y eso era absolutamente imprescindible. Porque nosotros no eramos unos derrochadores. Hacíamos que todo fuera mejor, mas pacífico y hermoso. Y los humanos eran brutales e ingobernables. Se habían estado matando los unos a los otros con tanta frecuencia que el asesinato se había terminado convirtiendo en parte de su vida normal. Las variadas torturas desarrolladas a lo largo de los milenios de civilización humana habían sido demasiado para mí; no había sido capaz de soportar ni siquiera los escuetos panoramas generales oficiales. El fuego de la guerra había hecho arder la superficie de casi todos los países. Un tipo de asesinato consentido, organizado y brutalmente efectivo. Quienes vivían en naciones donde imperaba la paz, habían mirado hacia otro lado mientras los miembros de su propia especie se morían de hambre en el umbral de sus puertas. No había ningún tipo de igualdad en la distribución de los abundantes recursos del planeta. Y para añadir aún más maldad, sus retoños, la siguiente generación, a la que los de mi especie casi veneraban porque constituían una auténtica promesa, habían sido demasiado a menudo víctimas de crimenes abyectos. Y no sólo a manos de extraños, sino a las de las personas de las que dependían, en las que confiaban plenamente. Incluso se había puesto en riesgo a todo el planeta debido a los errores causados por la desidia y la codicia. Nadie podía, despues de comparar lo que había sido y lo que era ahora, no admitir que la Tierra era un lugar mejor gracias a nosotros."