“Mi problema siempre fue el mismo: cómo hacer para curar los males del alma. El dolor por un amor no correspondido, la falta de perspectiva, el sentirse solo aún estando en medio de mucha gente. Cómo hacer para transformar todo eso en alegría, entusiasmo. Proyectar mi vida, sentir que todo tiene sentido. En definitiva: cómo hacer para transformar la tristeza en una fiesta. Ya me estoy poniendo viejo, la puta madre, y ya no veo tan lejano el momento en que, en lugar de crear, inventar unas pastillas para curar el dolor del alma, sea yo mismo el destinatario de otras pastillas. ‘Abuelo, tómese las pastillas de las 4. Abuelo, abra la boquita, tómese las pastillas de las 9.’ Y yo siempre buscando, y siempre sin encontrar, y siempre metido en este laboratorio. Y sin embargo, y sin embargo me parece que voy a quedar así. Si hasta me puedo mandar el monólogo de Hamlet: ‘Ser o no ser, esa es la cuestión.’ ‘Todo el mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres solo actores.’...
Escenario, todo el mundo es un escenario. Un momento, un momento, ¿y si mis pastillas, en lugar de ser un producto de farmacia, fueran otra cosa? ¿Seres vivos o personas? ¿Y si en vez de estar en un blíster, estuvieran sobre un escenario? Me vuelvo loco, ¿cómo no me di cuenta antes? Soy un boludo, ya mismo tengo que hacer la prueba, ya mismo. Por fin, años de fracaso y por fin me doy cuenta como viene la mano, loco. Y mirá que me han bardeado, mis colegas, mis vecinos, hasta el verdulero: ‘Científico loco, científico loco.’ Loco, ¡loco, pero la coloco! Ya mismo tengo que hacer la prueba, no aguanto más. Esta es la solución, así voy a curar los males del alma. ¡Vamos a hacerlo! Espero no me mande la misma cagada que se mando el doctor Frankenstein. Estoy re emoción loco. ¡Fiesta, papá!”